La custodia de hijos compartida



Equidad de género debe beneficiar también a hombres que reclaman la custodia compartida.

Hoy, por variar, voy a defender a los hombres. A algunos que reclaman, después de una separación, la custodia compartida de sus hijos. Y los defenderé porque es una cuestión de equidad de género.

Sí, claro, la equidad de género es una herramienta que a menudo sirve para cerrar brechas de oportunidades entre hombres y mujeres, beneficiando casi siempre a mujeres, pues son ellas quienes siguen soportando los efectos de siglos de machismo y de este largo y casi eterno legado patriarcal que nos dejó la herencia del derecho romano, del Código napoleónico y de una tradición judeocristiana que dejó a las mujeres un estatus de menor de edad. Sin embargo, la equidad de género debe funcionar en los dos sentidos. Y debe entonces beneficiar también a hombres que reclaman la custodia de hijos compartida en casos de separación, por lo menos para padres que lo soliciten. 

Claro, ustedes me dirán que no son muchos los padres (papás) que reclaman, una vez separados, hacer parte de la cotidianeidad de sus hijos de manera equitativa con la madre de estos hijos. No, no son muchos, por varias razones. Primero, porque la ley colombiana no contempla la figura de la custodia compartida.

Si una pareja se separa, la madre tiene por defecto la custodia de hijas e hijos mientras que el padre los tendrá un fin de semana cada quince días y visitarlos una tarde a la semana. Además, se debe fijar una cifra de manutención que el padre debe girar mensualmente para asegurar techo, comida, educación, vestuario y recreación.

Y segundo, por una larga tradición cultural que todavía se fundamenta sobre roles femeninos y masculinos estereotipados, tradición tan anclada en los imaginarios sociales que nos impide pensar que un padre puede desear compartir amorosamente tiempos de crianza con sus hijos, aún muy pequeños, con todo lo que significa esto en cuanto responsabilidades hogareñas: disponibilidad, entrega de afectos y, en fin, capacidad de hacer todo lo que una madre hace, aun si ese padre no lo haga exactamente de la misma manera que ella. Y lo más seguro es que no lo hará de la misma manera que ella.

No obstante, es la entrega amorosa y un profundo deseo de participar en la socialización de sus hijos, de sus hijas, lo que cuenta. Lo demás, que no sepa cocinar muy bien o que se presente algo de desorden en su casa, tiene muy poca importancia en relación con lo que entregará a sus hijos e hijas. Los cuentos que se leerán por la noche serán distintos, los juegos seguramente también y probablemente comerán un poco más de pizzas y papas fritas que con la mamá. Pero habrán tenido un padre amoroso. 

De hecho, hoy por hoy, una sentencia acepta que esta figura sea parte de las cláusulas de una separación (Ámbito Jurídico, 2016); pero las partes deben llegar a un acuerdo y, por supuesto, la gran mayoría de padres (papás) se conforma con la custodia tradicional; es decir, ver a sus hijos solo de vez en cuando. 

Me acuerdo de un muy buen amigo que el día que se separó me decía, casi llorando, “perdí a mis hijos” y le respondí, “no, depende de ti, puedes pelear la custodia compartida, si de verdad lo quieres”. En efecto, lo peleó y fue el mejor papá del mundo para sus hijos.

En muchos países del mundo, la custodia compartida es ya algo común. Por cierto, nadie dice que es una solución fácil. Pide mucha organización y disciplina para que no se vuelva un despelote para niños y niñas chiquitas, para niños, niñas ya más grandes y para adolescentes. Nadie dijo que era fácil, tampoco es fácil para madres hacerlo casi solas.

Florence Thomas
* Coordinadora del Grupo
* CoorFlorence Thomasdinadora del Grupo
Mujer y Sociedad

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