Maridos infieles, amantes desvanecidas


La infidelidad, esa condición inextricable de la naturaleza humana, más asociada a los hombres que a las mujeres, ha vuelto a las primeras páginas estos días.

Para empezar, está la ejemplar decisión, por lo menos en el papel, del Consejo de Estado que declara la infidelidad una forma de abuso y maltrato, a raíz de un caso de feminicidio, en un fallo que va más allá de reconocer el sufrimiento físico y psicológico de las mujeres frente al engaño de los maridos. La decisión alude también a la necesidad del Estado de “generar un cambio cultural” para que a las mujeres colombianas no se les siga enseñando que deben someterse a su pareja.

Una tarea colosal, dada la arraigada tradición machista de nuestro país, donde el estereotipo más extendido es que las mujeres, especialmente las que dependen económicamente, deben “mirar para el otro lado”, sin considerar “el sufrimiento, la humillación, sentimientos de tristeza, angustia e inseguridad, que son consecuencias comprobadas científicamente en su salud física y mental”, según un especialista consultado por EL TIEMPO.

En muchos países, la respuesta más frecuente a la infidelidad es el divorcio. En gran parte del mundo, sin embargo, este es un paso costoso especialmente para la mujer, sobre todo si no tiene un trabajo bien remunerado. A la fragilidad económica y emocional hay que agregarle la presión social y religiosa para que trate de ‘salvar’ el matrimonio, sobre todo si tienen hijos, y el estigma que también afecta más a la mujer y por lo cual se sigue manteniendo la idea de que ‘la ropa sucia se lava en casa’. Ante esa vulnerabilidad, muchas mujeres buscan soluciones alternativas. Ir a donde brujas para repeler a la amante y recuperar al marido es una de ellas.

En China, otra sociedad tradicionalista y machista, las amantes especialmente jóvenes y bonitas son muestra de prestigio para los hombres. Esto ha dado lugar a un negocio floreciente: el de ‘desvanecer’ a la amante. No se trata de hacerlas desaparecer ni de usar medios violentos, sino de encontrar maneras de poner fin a las relaciones extramaritales de hombres casados. Los servicios, que pueden costar varios miles de dólares, son contratados generalmente por esposas engañadas e incluyen no solo inducir a la amante a dejar al marido infiel, sino entrenar a la esposa para reconquistarlo.

Las agencias desvanecedoras operan más que todo en grandes ciudades y usan estrategias similares, que comienzan por insinuarse en la vida de ‘la otra’ y ganarse su confianza. La agencia Weighing International, en Shanghái, describe en su sitio web el caso de la señora Wang, cuyo marido estaba envuelto con una colega de oficina a quien agentes infiltrados consiguieron convencer de aceptar un trabajo en otra ciudad.

The New York Times publicó recientemente un artículo sobre el éxito de esos servicios, que han comenzado a expandirse fuera de China ante las inmensas oportunidades del mercado global. La infidelidad, después de todo, es un problema universal.

Las elecciones en Estados Unidos son otro buen ejemplo. Hillary Clinton no solo tiene la amenaza de Trump en su camino. Si bien los Clinton han logrado hasta ahora evitar el asunto de la infidelidad de Bill, todos los vaticinios indican que el tema será abordado pronto por Trump y sus aliados y que, inclusive si Hillary gana, la historia de mujeriego de Bill, admitida y bien documentada, la acompañará a lo largo de su presidencia.

No le costará la elección, dicen los expertos, por la simple razón de que Bill es un hombre y la infidelidad en la mayor parte del mundo es uno de esos asuntos en los que se aplica la doble moral.

Cecilia Rodríguez

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